El devastador terremoto de magnitud 7,5 que sacudió Japón el pasado 1 de enero ha dejado un saldo desgarrador a medida que los rescatistas luchan por llegar a cientos de pobladores aislados y se enfrentan al desafío de encontrar a más de 50 personas reportadas como desaparecidas. Hasta el momento, la catástrofe ha cobrado la vida de 78 personas y dejado al menos 330 heridos.
Las secuelas del sismo han dejado a más de una decena de comunidades incomunicadas debido a deslizamientos y caminos bloqueados en el centro del país, convirtiéndose en un obstáculo para las labores de rescate. Miles de soldados, bomberos y policías continúan buscando entre los escombros en busca de señales vitales.
La situación se agrava con la falta de suministros básicos, ya que unas 29.000 casas están sin electricidad en la prefectura costera de Ishikawa, mientras que más de 110.000 viviendas en Ishikawa y dos regiones adyacentes carecen también del vital servicio hídrico.
En medio del caos, pequeñas comunidades en la región peninsular Noto se encuentran completamente incomunicadas, con aproximadamente 300 personas aguardando desesperadamente ayuda en una escuela local. La escasez alimentaria también comienza a ser un problema preocupante para los afectados, como lo evidencia el testimonio angustioso de una madre residente: "Incluso si le doy mi comida a mis hijos, no sería suficiente. No he comido casi nada en dos días", expresó al diario Asahi Shimbun.
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A pesar de tener 57.593 miembros, la organización ha visto una disminución significativa en los nuevos ingresos para enfrentar la temporada de incendios.
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